martes, 1 de noviembre de 2022

¿La Biblia habla del Purgatorio?



Esta bien puede ser la pregunta más común que recibo con respecto a nuestra fe católica, ya sea en conferencias, vía e-mail, correo regular o cualquier otro medio. Empecemos aclarando simplemente a lo que nos referimos cuando decimos "Purgatorio." El Catecismo de la Iglesia Católica enseña:

Todo aquel que muera en gracia de Dios, pero sin estar perfectamente purificado, efectivamente tiene garantía de su salvación eterna; pero luego de la muerte deben someterse a una purificación, de manera que alcancen la santidad necesaria para entrar en el gozo del cielo (1030).

Esto parece ser bastante sencillo. Se trata del sentido común. Las Sagradas Escrituras son bien claras cuando señalan, "Pero nada profano entrará [al cielo]" (Ap 21:27).  Hab 1:13 dice, "Tú [Dios]... muy limpio eres de ojos para mirar el mal, ver la opresión no puedes..." ¿Cuántos de nosotros estaremos perfectamente santificados al momento de nuestra muerte?

Me atrevo a decir que la mayoría de nosotros necesitaremos una mayor purificación para entrar a las puertas del cielo después de morir, si, Dios lo permita, morimos en estado de gracia. A la luz de esto, la verdad sobre el purgatorio es casi evidente para los católicos. Sin embargo, para muchos protestantes esta es una de las enseñanzas católicas más repugnantes de todas. Representa "una invención medieval que no se encuentra en parte alguna de la Biblia." A menudo se denomina "una negación del sacrificio suficiente de Cristo." Se dice que representa una "teología de la segunda oportunidad que es abominable."

Un buen lugar para comenzar

Tal vez el mejor lugar para comenzar es con la referencia más pública en cierto modo del purgatorio en el Antiguo Testamento. Digo un "Purgatorio en cierto modo" porque el Purgatorio es una enseñanza revelada completamente en el Nuevo Testamento y definida por la Iglesia Católica. 

Las personas de Dios del Antiguo Testamento no lo habrían llamado "Purgatorio," pero sí creían claramente que los vivos podían desagraviar los pecados de los muertos, como lo probaré ahora. Este es un elemento que forma parte de lo que los católicos llaman "purgatorio".

En II Macabeos 12:39-46, descubrimos a Judas Macabeo y a los miembros de sus fuerzas militares recolectando los cadáveres de algunos compañeros caídos que habían muerto en combate. Cuando ellos descubrieron que estos hombres llevaban "objetos consagrados a los ídolos de Yamnia, que la ley prohíbe usar a los judíos" (vs. 40), Judas y sus compañeros discernieron que habían muerto como un castigo por su pecado. Por ello, Judas y sus hombres "pasaron a la súplica rogando que quedara completamente borrado el pecado cometido... Él también realizó una colecta… y la envió a Jerusalén como ofrenda por el pecado cometido. Al hacer esto, actuaron muy bien y de manera honorable… De esa manera realizó el sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado.

A menudo existen dos objeciones inmediatas al uso de este texto cuando se habla con los protestantes. En primer lugar, descartarán cualquier evidencia que se presente ahí porque no aceptan la inspiración de los libros de los Macabeos. Y segundo, afirmarán que estos hombres que aparecen en los Macabeos cometieron el pecado de idolatría, que sería un pecado mortal en la teología católica. Según la Iglesia Católica, ellos estarían en el infierno donde no hay posibilidad de redención. Así, y de esta manera irónica, señalarán que el purgatorio debe ser eliminado como una posible interpretación de este texto, si eres católico.

La respuesta católica

Rechazar la inspiración y la canonicidad del segundo libro de los Macabeos no niega su valor histórico. Los Macabeos nos ayudan a conocer, al menos desde una perspectiva histórica, que los judíos creían en rezar y en hacer expiación por los muertos poco antes de la venida de Cristo. Esta es la fe en la que Jesús y los apóstoles fueron criados.

Y es en este contexto que Jesús declara en el Nuevo Testamento: Y el que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero el que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro. (Mateo 12:32)

Esta declaración de nuestro Señor implica que hay al menos algunos pecados que pueden ser perdonados en la próxima vida a un pueblo que ya lo creía.

La siguiente objeción presenta un problema más complejo. El castigo para el pecado mortal es, de hecho, la auto-exclusión definitiva de la comunión con Dios y los santos, en el infierno según la enseñanza católica (ver CCE 1033). Pero es una incongruencia concluir de su enseñanza que II Macabeos no se podría estar refiriendo a un tipo de purgatorio.

Primero que nada, una lectura cuidadosa del texto revela el pecado de estos hombres al portar pequeños amuletos u "objetos consagrados a los ídolos de Yamnia" bajo sus túnicas mientras se dirigían a la batalla. Esto estaría más cercano al caso de un jugador de béisbol que cree que existe cierto poder en realizar sus rituales supersticiosos antes de batear que al pecado mortal de la idolatría. Esto era, lo más probable, un pecado venial para ellos.

Pero incluso si lo que hicieron hubiera sido de una materia objetivamente grave, los buenos judíos en tiempos antiguos — tal y como los Buenos católicos hoy en día — creían que siempre debían rezar por las almas de aquellos que habían muerto "porque tú [Oh Dios], solo tú conoces los corazones de los hijos del hombre." (II Cr. 6:30).  Solo Dios conoce el grado de culpabilidad de estos "pecadores."

Además, algunos o todos ellos se podrían haber arrepentido antes de morir. Tanto los judíos como los cristianos católicos conservan la esperanza de la salvación de los muertos por este lado del cielo; y así, siempre rezamos por quienes han muerto.

Un texto más sencillo

En Mateo 5:24-25, Jesús es aún más explícito acerca del Purgatorio:

Ponte enseguida a buenas con tu adversario mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al guardia, y te metan a la cárcel. Yo te aseguro: no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo (Mateo 5:25-26).

Para los católicos, como Tertuliano por ejemplo, en De Anima 58, escrito alrededor del año 208 DC, esta enseñanza es parabólica, utilizando el conocido ejemplo de la "prisión" y la necesaria penitencia que representa, como una metáfora del sufrimiento del purgatorio que se requerirá para las transgresiones menores, representadas por el "kodrantes" o "céntimo " del versículo 26.

Pero para muchos protestantes, nuestro Señor simplemente está dando instrucciones a sus seguidores con respecto a esta vida exclusivamente. Esto no tiene nada que ver con el purgatorio.

Esta interpretación tradicional protestante es bastante débil contextualmente hablando. Estos versículos se encuentran en medio del famoso "Sermón de la Montaña," en el que nuestro Señor nos enseña sobre el cielo (vs. 20), el infierno (vs. 29-30), y sobre los pecados tanto mortales (vs. 22) como veniales (vs. 19), en un contexto que presenta "el Reino de los Cielos" como la meta última (ver versículos 3-12). 

Nuestro Señor continúa diciendo que si no amas a tus enemigos, "¿qué recompensa vais a tener? (versículo 46)"  Y aclara muy bien que estas "recompensas" no son de este mundo.  Son las "recompensas de su Padre que está en el cielo" (6,1) o los "tesoros en el cielo " (6,19).

Además, como lo señala san Juan en 20,31, todas las Sagradas Escrituras están escritas "bajo la creencia que puedas tener vida [eterna] en su nombre." Las Sagradas Escrituras siempre deben ser vistas en el contexto de la realización total de la vida divina en el mundo que está por venir.

Nuestra vida actual es presentada "como un vapor que aparece durante corto tiempo, y luego se desvanecerá" (Santiago 1,17).  Parecería extraño ver el énfasis más profundo e incluso un "énfasis del otro mundo" a lo largo del Sermón de la Montaña, exceptuando estos dos versículos.

Cuando agregamos a esto el hecho que la palabra griega para prisión —“phulake”— es la misma palabra utilizada por Pedro en 1 Pedro 3,19, para describir el "lugar de espera" al cual Jesús descendió luego de su muerte para liberar a los espíritus detenidos de los creyentes del Antiguo Testamento, la posición Católica cobra aún más sentido. “Phulake” se usa de manera comprobable en el Nuevo Testamento para referirse a un lugar de espera temporal y no exclusivamente en esta vida.

El texto más sencillo de todos

1 Corintios 3:11-15 bien podría ser el texto más directo en todas las Sagradas Escrituras cuando se trata del Purgatorio:

Pues nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo. Y si uno construye sobre este cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse por el fuego. Y la calidad de la obra de cada cual, la probará el fuego. Aquel, cuya obra, construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra quede abrasada, sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego.

Ninguna secta Cristiana que yo conozca siquiera intenta negar que este texto habla del juicio de Dios en el que la obra de los fieles será probada después de la muerte. Dice que nuestras obras pasarán por el “fuego”, hablando de manera figurada.

En la Escritura, el "fuego" se usa de manera metafórica de dos maneras: como un agente purificador (Mal 3:2-3; Mateo 3:11; Marcos 9:49); y como aquello que consume (Mateo 3:12; II Tes 1:7-8). De tal manera que se trata de un símbolo que encaja aquí para el juicio de Dios.

Algunas de las "obras" representadas son quemadas y otras son purificadas.  Estas obras sobreviven o se queman según su "calidad" esencial (Gr. “hopoiov” — de qué tipo).

A lo que se refiere no puede ser el cielo porque hay imperfecciones que necesitan "quemarse" (ver nuevamente, Ap 21:27, Hab 1:13).  No puede ser el infierno porque las almas son salvadas. ¿Entonces, qué es? Los protestantes lo llaman "el Juicio" y nosotros los católicos estamos de acuerdo. Nosotros los católicos simplemente especificamos que la parte del juicio de los salvados en la que las imperfecciones son purgadas es el "Purgatorio."

¡Objeción!

El protestante que responde inmediatamente pondrá la atención en el hecho que no hay mención alguna, al menos de manera explícita, de la "limpieza del pecado" en ningún lugar del texto. Solamente se prueban las obras. El enfoque está puesto en las recompensas que recibirán los creyentes por su servicio, y no en cómo se limpia su carácter del pecado o de la imperfección. Y los creyentes aquí observan cómo sus obras atraviesan el fuego, ¡pero escapan de él!

Ante todo, ¿qué son los pecados sino obras malas o malvadas (ver Mateo 7:21-23, Juan 8:40, Gálatas 5:19-21)?  Si estas "obras" no representan pecados e imperfecciones, por qué tendrían que ser eliminadas? 

Segundo, es imposible que una "obra" sea limpiada separada del ser humano que la cometió. Somos, en cierto sentido, lo que hacemos cuando se trata de nuestras opciones morales. No existe tal cosa como una "obra" flotando alrededor en algún lugar separada de un ser humano que pudiera limpiarse lejos de ese ser humano. La idea de que las obras estén separadas de las personas no tiene sentido.
Sin embargo, y lo que es más importante, esta idea de que estas "obras" se "quemen" aparte del alma que realizó tales obras se contradice en el mismo texto. El texto en efecto dice que las obras serán probadas con fuego, pero "si la obra sobrevive... él (o ella) recibirá una recompensa. Si la obra de un hombre se quema, él experimentará una pérdida." Y, "él será salvado, pero solamente a través del fuego" (Gr. “dia puros”).  La verdad es: que tanto las obras del individuo como el individuo mismo pasarán por el "fuego" purificador descrito por San Pablo para que "él" pueda finalmente ser salvado y entre en el gozo del Señor. Suena bastante parecido al Purgatorio.


Autor: Tim Staples es director de apologética y evangelización en Catholic Answers, pero no ha sido siempre católico. Es autor de The Sword Of The Spirit, Catholic Answers To Common Objections, Defending Your Faith: How to Counter Standard Objections to Catholicism, and Five Non-Negotiables.


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